COMUNICACIÓN DE LA IGLESIA: ROSTROS, PERSONAS, HISTORIAS
¿Es posible, para quien trabaja en una oficina de información de la Iglesia, reflejar la vitalidad de la fe superando la visión exclusivamente institucional de las realidades eclesiales? ¿Cómo se puede transmitir hoy en día el significado de los 10 Mandamientos y de la doctrina moral, no como una lista de normas a las que atenerse, sino como el camino hacia la felicidad y el desarrollo de cada persona? ¿Puede un comunicador de la Iglesia hacer algo más, aparte de redactar comunicados de prensa y difundir informaciones, para que en los medios se presente la vitalidad de la iglesia, se escuche la voz de los cristianos?
La fe tiene una dimensión personal que, en el siglo de la comunicación global, representa una fuerza atrayente. En el aparente anonimato favorecido por los procesos digitales, donde se multiplican los contactos pero se profundiza poco en las relaciones interpersonales, la experiencia vivida y contada en primera persona sigue siendo el instrumento más eficaz para transmitir la fe.
En las noticias que narran la vida cotidiana, se entrelazan todas las dimensiones de la persona. A través de los sucesos que aparecen en los medios -desde los incidentes más sencillos, hasta los viajes del Papa- los medios tratan del amor, de la religiosidad, del bien y del mal, de todo lo que importa en la vida de la gente. El escenario mediático del siglo XXI es un terreno especialmente fecundo para acoger las historias personales, las coyunturas – a veces biográficas – de los protagonistas de la Iglesia, ya sean éstos simples fieles, altos cargos de la Jerarquía, sacerdotes comunes o personajes públicos.
Como ha afirmado Benedicto XVI, la verdad del Evangelio “está llamada siempre a encarnarse en el mundo real y en relación con los rostros concretos de los hermanos y hermanas con quienes compartimos la vida cotidiana (...). La proclamación del Evangelio supone una forma de comunicación respetuosa y discreta, que incita el corazón y mueve la conciencia; una forma que evoca el estilo de Jesús resucitado cuando se hizo compañero de camino de los discípulos de Emaús (cfr. Lc 24, 13-35), a quienes mediante su cercanía condujo gradualmente a la comprensión del misterio, dialogando con ellos, tratando con delicadeza que manifestaran lo que tenían en el corazón (Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24.I.2011).
Por este motivo, en un mundo donde las distancias se han acortado, donde todo es visual, interactivo y en tiempo real, quien trabaja en una oficina de comunicación de la Iglesia debe estar preparado para satisfacer esta necesidad de rostros y de historias que puedan transmitir la vitalidad de la fe.
El 8º Seminario Profesional de Oficinas de Comunicación de la Iglesia se propone crear un espacio de reflexión en torno a estos temas, convocando a los principales expertos del sector, para meterles en contacto con la experiencia de los profesionales de la comunicación de la Iglesia provenientes de diversos países y culturas.